El encaje de Vologda es un elemento muy distintivo del arte popular del norte ruso que se caracteriza por su belleza y alta calidad. Comenzó a tejerse desde el siglo XVI, y en el XIX el tejido pasó a ser una artesanía autónoma. A principios del siglo XX había 40 000 maestras de este oficio en la región.
Consiste en cintas estrechas a punto zurcido o medio punto, trabajadas con pocos pares de bolillos, que van trazando curvas para formar el dibujo (a menudo de tipo floral, pero a veces sólo traza formas decorativas). Las cintas se unen entre sí por medio de trenzas de dos pares o bridas de un solo par, sencillas o haciendo formas. Y si el espacio entre los motivos es más grande, se rellena con unos fondos, que normalmente son bastante laboriosos y complejos.
La fabricación de encajes era conocida en Rusia desde la antigüedad. Las mujeres de diferentes haciendas los elaboraban. Los vestidos de los zares, príncipes y boyardos estaban decorados con encajes de hilos de oro, plata y seda; posteriormente se utilizó encaje de lino para prendas tradicionales y, desde finales del siglo XIX, el encaje de algodón.
Antes del siglo XIX, la fabricación de encajes se consideraba una artesanía hogareña. En los años 20 del siglo XIX, se fundó una fábrica de encajes en las afueras de Vologda y este arte se convirtió en un negocio en el que participaron miles de mujeres de diversas regiones, entre ellas, Vologda, Kadnikov y Gryazovets.
Cada región tenía sus propios patrones locales y formas de tejer, su tipo de artículos de encaje y solo el mejor experto podía diferenciarlos. La fama del encaje de Vologda trascendió las fronteras, ya que el encaje estaba de moda en muchos países europeos.
La empresa de fabricación de encajes Vologda «Snezhinka» participa regularmente en exposiciones internacionales y rusas. En 2010 abrieron en la ciudad el Museo del Encaje.