Catalina la Grande (Екатерина Великая)

Catalina la Grande fue emperatriz de Rusia durante 34 años, desde el 28 de junio de 1762 hasta su muerte, a los 67 años.

Su nombre era Sofía de Anhalt-Zerbst, princesa alemana que fue enviada por su familia a Rusia para contraer matrimonio con el gran duque Pedro, nieto del zar Pedro el Grande.

Se casaron en 1745, y el duque accedió al trono ruso en enero de 1762 con el nombre de Pedro III. Sin embargo, al contrario que su marido, ella no dudó en mostrar un gran fervor por lo ruso, aprendió el idioma a marchas forzadas, se convirtió sin problemas a la religión ortodoxa y adoptó el muy eslavo nombre de Ekaterina (Catalina).

Catalina protagonizó a finales de junio siguiente un golpe de Estado «para la defensa de la ortodoxia y la gloria de Rusia». Los hermanos Orlov sublevaron los regimientos de la guardia imperial y el zar fue detenido, obligado a abdicar y, poco después, asesinado.

Catalina II de Rusia tomó la dirección del imperio, dispuesta a transformar profundamente sus estructuras administrativas y productivas de acuerdo con las tendencias que habían de definir el despotismo ilustrado. Mantuvo una gran amistad y comunicación con los grandes ilustrados franceses, como Diderot, Montesquieu o Voltaire, o con el escritor belga Charles-Joseph de Ligne.

Importó de Europa la filosofía jurídica, política y moral además de medicina, arte, cultura y educación. Fue considerada como una mujer inteligente, culta, sagaz, muy hábil, apasionada y con una vida privada un tanto peculiar.

Dio asilo a los jesuitas expulsados de España para que formaran a la élite, fue la primera en vacunarse para fomentar la extensión de las vacunas en Rusia, fundó el Hermitage y comenzó a llenarlo con la impresionante colección artística que hoy es una de las más importantes del mundo.

A costa principalmente del Imperio Otomano y de Polonia (que acabó desapareciendo como estado, algo que prácticamente no cambiaría hasta el siglo XX), afianzó su presencia en el Mar Negro, donde se anexionó Crimea, y absorbió Bielorrusia, Ucrania, Lituania y parte de Letonia. Rusia se convirtió de esta forma en el actor internacional que tanto ansiaba.

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